lunes, 2 de noviembre de 2009

¿Cómo hacer de nuestra historia una experiencia espiritual?

Ayer (31 de octubre) asistí a las celebraciones del 15 aniversario de las investigaciones arqueólogicas sobre la civilización de Caral, cuya capital homónima hace unos meses fue nombrada patrimonio de la UNESCO.
En breve, en quince años de duro trabajo ha resurgido de la arena del desierto, una ciudad sagrada que fue centro religioso y administrativo de una red de ciudades edificadas a lo largo de varios siglos entre 5300 y 4000 años atrás en una región de unos 400 km de norte a sur en la costa del Perú. Esta civilización Premetalúrgica y precerámica, fue capaz de combinar competencias en la pesca, la agricultura, la arquitectura, la matemática y la música.

Llegué temprano al sitio, antes del ruido del turismo y de las celebraciones; tomé mi Biblia y volví a leer el discurso de Pablo en el Areópago de Atenas, piedra angular para indicar una correcta relación de los misioneros con las otras religiones.

Pablo, caminando por la capital cultural de su tiempo, observó los monumentos sagrados y tomó nota de un altar dedicado "al Dios desconocido" (cf. Hch 17:23). Hoy en día el guía que nos acompañó en el escenario extraordinario, compuesto por varios edificios piramidales, en forma de plataforma escalonada, nos dijo que aún no se sabe cual fue la deidad que era adorada por la gente de esa época. Quién sabe, ¡tal vez ni siquiera ellos lo sabían a ciencia cierta! No importa qué nombre le dieron, pero sin duda han buscado a Dios y ha elaborado una "religio", una relación con él, aunque "a tientas" (Véase Hechos 17,27).
Un amigo arqueólogo me decía que los Caralinos se dedicaron, como el único objetivo de todas sus vidas y sus comunidades, a construir templos, altares mayor, vestíbulos y recintos sagrados donde realizar holocaustos, es decir, quema de ofrendas cuyo humo se elevaba hacia el cielo. Tal vez, como San Pablo argumenta en Atenas (Hechos 17:24), también ellos se dieron cuenta de que "el Señor del cielo y la tierra no vive en templos hechos por el hombre", pero no han dejado de construir sus grandes escaleras al cielo, como una invocación estable y solemne.

Caral se adelantó de tres milenios al momento crucial de la historia, en que "Dios prefiere olvidar los tiempos de ignorancia, y ordenó a todos los hombres al arrepentimiento" (Hechos 17,31) y la conversión hacia Él que que ha resucitado de los muertos y así abrió a los hombres el deseado camino hacia el cielo, pues es Él que bajó del cielo: Jesucristo el Señor.

Este es el mensaje de valor que llevamos con nosotros, la verdad que no nos cansaremos de proclamartambién a la multitud a quien parece ridículo y nos responde: " Será para otra vez "(cf. Hch 17 32).

Hoy en día, en la fiesta de Todos los Santos, las palabras del Apocalipsis (Cap. 7) nos han recordado que ante el trono del Cordero se reunirá una gran multitud, imposible de contar, la gente de cada nación y raza, de cada pueblo y lengua: los que profesaron su fe en Cristo después de haberlo conocido y todos los que lo buscaron con sincero corazón aún sin haber tenido la oportunidad de conocerlo.

Don Ambrogio Cortesi

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