Una trágica Inmaculada

La semana pasada escuché por radio la invitación a participar de "la más grande fiesta de la Inmaculada": en Humaya, centro poblado a mitad camino entre Huaura y Sayán.
Ya se estila dar mucha difusión a la parte "mundana" de las fiestas religiosas, con la presencia de grupos musicales y amanecidas correspondientes.
El día de hoy nos encontramos tragícamente con tres jóvenes menos en nuestra parroquia.
Se trata de Cesar Enrique Valladares Gamarra y José Carlos Nicho Zevallos, dos jóvenes de Amay que vivían a pocos metros de la Iglesia del Señor de la Ascensión: en la noche del 7 de diciembre viajando en su moto lineal hacia Humaya encontraron la muerte en un accidente de tránsito.
Un tercer joven, Wilmer Abel Bazalar Oré ,residente en la primera cuadra de la Urb. 18 de Octubre fue encontrado esta mañana en Humaya ahogado en una sequia.
¿Pura fatalidad, pura coincidencia? ¿O tal vez deberíamos dar un paso al costado en cierta manera de celebrar fiestas que guardan un nombre católico?
¿Son nuestras fiestas verdaderos momentos religiosos o ocasiones para hacer renombrados a una persona o a un lugar y dedicarse a excesos de todo género?
Aquí en Huacho celebré tres misas de la Inmaculada Concepción de la Virgen, con pequeños grupos de devotos y asistí a una simple pero intensa procesión organizada por los grupos pastorales de la catedral con la asistencia de un relevante grupo de jóvenes en actitud devota.
¿Cual es el culto que la Virgen quiere y se merece?
No deberíamos dejar de hacernos esta pregunta antes de organizar una fiesta patronal.