La metodología comprende la presentación de un "hecho de vida" y una lectura bíblica acompañada con simples preguntas.
El objetivo es compartir en grupo y profundizar en pareja.
¡Buen camino!
El hogar de Carmen y César se encuentra en una linda urbanización, casi escondido por una ponciana majestuosa frente a ella.
Es una casa de un piso, de material noble, con buenos acabados. En el patio tiene hasta una pequeña piscina, pero hace tiempo está sin agua porque nadie la usa.
La belleza y la melancolía de este ambiente reflejan la vida de Carmen y César.
Ambos tienen 64 años, y llevan más que 40 de casados.
A los 60, César vendió su ferretería que estaba justo a espalda del municipio y que le había permitido ahorrar un buen dinero para su ancianidad.
La esposa siempre había trabajado en la mañana en su casa y en la tarde apoyando al esposo en su tienda.
Una vida tranquila: la salud estaba bien, igual que el negocio.
Todo bacán entonces, menos un detalle: Carmen y César hace tiempo casi ni se hablan.
No es que estén peleados, no es que no se quieran o que estén pensando separarse.
En el profundo cada uno sabe que el otro es importante.
Simplemente es como si no tuvieran nada que decirse.
Pero de jóvenes no fueron así, y el cambio no se debe a los pelos blancos, sino exactamente al carácter.
Carmen era una chica muy dulce, sensible, alegre y expresiva. Su sueño era tener una casita de ladrillos rojos, con una ponciana al frente, de repente una piscina y... unos lindos niños.
Sus sueños se realizaron todos, menos los hijos.
No es que César no quiso. A veces, antes de casarse, le tomaba el pelo: "¿Quieres una familia o un jardín de niños?". Pero, por supuesto, estas eran bromas. También a él, un joven bueno, trabajador, un poco calladito, pero siempre muy atento, le gustaban mucho los niños.
Después de unos años de matrimonio empezaron unas visitas médicas y descubrieron que el problema estaba en el mismo César. Siguieron exámenes, tratamientos y más visitas... ¡Pero nada que hacer!
El sueño de Carmen justo se había quebrantado contra quien tenía que realizarlo.
Él empezó a sentirse culpable y, de calladito que era, se cerró en una progresiva introversión.
Ella empezó a sentir rabia contra el esposo, pero... reconocía que no era justo ensañarse con él, que al final, no tenía culpa de todo eso.
Cuando la persona que amamos decepciona nuestras esperanzas, el juego de la rabia y de los rencores puede tomar muchos caminos, inclusive los del silencio y del mutismo mutuo.
Hay que saber en cambio que en la vida de pareja llega siempre el momento en que el otro/a decepciona alguna expectativa mía, por pequeña o grande que sea.
Pasar de los sueños, de la idealización del otro a su realidad concreta es un cambio crítico, pero inevitable.
El riesgo es vivir este pasaje sin la valentía de enfrentarlo, con el resultado de hacer nuestra vida difícil o triste como la de Carmen y César.
En cambio, el saber que de alguna manera debemos pasar por la desilusión en la vida matrimonial, debería ayudar a decir: "Ahora mis sueños los construyo contigo, con lo que tu eres, y no con lo que yo quisiera que tu seas".
Los sueños rotos de José
A la luz del hecho de vida que hemos compartido, vamos a reflexionar sobre los sueños rotos de José (y de María), según el evangelio de san Mateo.
Este fue el principio de Jesucristo: María, su madre, estaba comprometida con José; pero antes de que vivieran juntos, quedó embarazada por obra del Espíritu Santo. 19 Su esposo, José, pensó despedirla, pero como era un hombre bueno, quiso actuar discretamente para no difamarla. 20 Mientras lo estaba pensando, el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, descendiente de David, no tengas miedo de llevarte a María, tu esposa, a tu casa; si bien está esperando por obra del Espíritu Santo, 21 tú eres el que pondrás el nombre al hijo que dará a luz. Y lo llamarás Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados». 22 Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que había dicho el Señor por boca del profeta: 23 La virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel, que significa: Dios-con-nosotros. 24 Cuando José se despertó, hizo lo que el Ángel del Señor le había ordenado y tomó consigo a su esposa. 25 Y sin que hubieran tenido relaciones, dio a luz un hijo, al que puso por nombre Jesús. (Mateo 1)
Después de marchar los Magos, el Ángel del Señor se le apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto. Quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes buscará al niño para matarlo.» 14 José se levantó; aquella misma noche tomó al niño y a su madre, y partió hacia Egipto, 15 permaneciendo allí hasta la muerte de Herodes. Así se cumplió lo que había anunciado el Señor por boca del profeta: Llamé de Egipto a mi hijo. (Mateo 2)
¿Cuáles son los sueños rotos de José?
¿Cómo José aprendió a renovar sus sueños al costado de María?
¿Cómo nuestra fe nos ayuda a saber soñar con nuestra pareja y con nuestra comunidad?
No hay comentarios:
Publicar un comentario