sábado, 12 de marzo de 2011

Homilía en Manzanares para la Confer de Huacho

José María Arguedas con su novela “Los ríos profundos” nos ayuda a entrar en el mundo andino que habitamos y a conocerlo desde adentro. A la página 120 escribe:
Killa es la luna, e illapa el rayo. Illariy nombra al amanecer, la luz que brota por el filo del mundo sin la presencia del sol. Illa no nombra la fija luz, la esplendente y sobrehumana luz solar. Denomina a la luz menor: el claror, el relámpago, el rayo, toda luz vibrante. Estas especies de luz no totalmente divinas con las que el hombre peruano antiguo cree tener aún relaciones profundas, entre su sangre y la materia fulgurante”.
Las ventanas de la iglesia de san José en Manzanares, inaugurada hace un año, quisieron representar exactamente estos dos tipos de luz, solar y lunar.

En la foto, tomada en horas de la tarde, podemos apreciar a la derecha “la luz que brota por el filo del mundo” (lado del amanecer) y a la izquierda “la esplendente y sobrehumana luz solar” por el lado donde acontece la puesta del sol hacia el océano.

Todos los días se representa el mismo espectáculo: el sol da la vuelta al mundo. Como los ríos, nace de los Andes, y muere en el mar.

Pero nosotros hemos entrado entrado a este templo con la expresa esperanza que "nos visitará el sol que nace de lo alto". Quizás esto sea el deseo de todo nuestro corazón de consagrados y consagradas.
Esta espera también se sitúa en el centro misterioso y a la vez luminoso de la Eucaristía que celebramos.

Nos reunimos para "el banquete de las bodas del Cordero" (Ap), y el evangelio de hoy justo nos habla de un banquete con Cristo: "Leví ofreció en su honor un gran banquete en su casa". Por cierto pensó hacer cosa buena: un gesto de amistad y deferencia que manifiesta acogida hacia la persona de Cristo. (Ofrecer un banquete en la biblia puede ser también un acto de culto, si el invitado es el Señor: pensamos, por ejemplo, a los sacrificios de comunión).
De la misma manera la iglesia prepara y realiza la Eucaristía como un acto de fe y de culto (hoy, por ejemplo, son las hermanas religiosas de la diócesis de Huacho que nos han invitado a celebrar la misa). Pero, si en cierto sentido "la Iglesia hace la eucaristía", en otro, más profundo, "la Eucaristía hace la Iglesia", y esto precisamente porqué el protagonista es el mismo Señor Jesucristo quien se hace presente bajo el velo del sacramento.

Algo parecido nos da a entender el evangelio de hoy: qué es más importante? Que Leví arme un banquete o que a este banquete presencie Cristo?
Sin duda la respuesta exacta es la segunda. Lo más importante es la venida de Cristo, no lo que nosotros preparemos. Y Jesús dice: "HE VENIDO no para los justos sino para los pecadores"
Por un lado está Leví quien ofrece el banquete y por el otro Cristo que viene para salvar.
Es la misma dinámica que el mismo evangelio de Lucas presenta en el caso de Zaqueo: el pecador busca a Jesús, pero lo más resaltante es que Cristo vaya a su casa y esto desata todo el itinerario de la conversión.

Estamos meditando sobre el meollo mismo de la liturgia cristiana: la intima conexión entre la voluntad humana de rendir un culto a Dios y la voluntad de Dios de venir a nuestro encuentro para salvarnos.
A la vez es lo más propio y profundo que el cristianismo tiene para ofrecer al mundo.
Todas las religiones erigieron templos y organizaron cultos.
Todos los hombres siempre, aunque "a ciegas" (cfr. Pablo en Atenas), buscaron a la divinidad y le ofrecieron sacrificios para entrar en relación con ella.

Hace un año inauguramos este templo edificado recordando los patrones de arquitectura religiosa de los antiguos habitantes de estas tierras que pisamos. Ellos elevaron sus templos con una forma parecida a los cerros, como grandes escaleras que apuntaban al cielo. Diseñaron así el camino de la vida espiritual: desde nuestra tierra hacia la "tierra de arriba = hanan pacha". Por eso la iglesia de Manzanares tiene la forma escalonada que le da un tono "incaico".
Todos los templos de diferentes culturas indican el mismo esfuerzo del hombre para acercarse a Dios.
Pero nosotros hemos resaltado las tres gradas en el altar, en
una posición inversa a las gradas que conforman la arquitectura de la iglesia. Y esto representa lo "UNICUM" del cristianismo: es la escalera por la cual Dios baja del cielo, para volver a encarnarse y darse en alimento a todos nosotros.

Quizás en todo esto podamos hasta ver algún parecido con la vida religiosa: normas, horarios, estructuras, son medios para acercarnos a Dios, pero de nada valen si no nos hacemos altar, espacio vacío, recipiente, para acoger al Cristo que viene vivo y presente hoy y por los siglos de los siglos.

1 comentario:

guillermo dijo...

Muy sustancioso y bueno.
Continue por favor.