jueves, 8 de diciembre de 2011

La bendición de la Inmaculada restituye la creación a su estatuto y su fin

En la festividad de la Inmaculada Concepción de la Virgen María encuentro en la lectura patrística del breviario una reflexión muy original de san Anselmo quien no se queda en el dato teológico de la estupefaciente vocación de María sino profundiza sus implicancias para toda la naturaleza.
Según el Benedictino, por la bendición de María, queda bendecida toda la naturaleza:
"El cielo, los astros, la tierra, los ríos, el día, la noche, y todo lo que se halla sometido al podre y al servicio del hombre (...) han sido en cierto modo resucitados por ti y dotados de una gracia inefable".
Lo más interesante me parece la argumentación:
"Porque todas estas cosas estaban como muertas, al haber perdido su congénita dignidad de servir al dominio y utilidad de los que alaban a Dios, que para eso habían sido creadas; estaban oprimidas y afeadas por el abuso de los que servían a los ídolos,para los cuales no habían sido creadas. Ahora se alegran como si hubieran vuelto a la vida".
Anselmo da palabra a la naturaleza que regocija por volver a su destino originario.
De definitiva actualidad me parece la frase resaltada en que se habla del abuso a la naturaleza por los que sirven a los ídolos. Quizás en día de hoy el "ídolo único" es la riqueza y el beneficio personal. Por eso la naturaleza sufre y hasta puede ser destruida, no tanto por el dominio del hombre, sino porque este dominio no se somete a Dios como su fin sino a las "leyes" de la economía de mercado.
El hombre que tiene a Dios por su meta no destruyó la naturaleza en la medida en que lo están haciendo las impersonales multinacionales.
El dominio sobre la creación es "relativo": todo es del hombre, pero el hombre de Dios.
Si nos olvidamos este dato perdemos totalmente la brújula y caminamos hacia la muerte por autodestrucción.
En fin, Anselmo de Aosta nos hace volver al Dios que es todo en todo.
"Es como si hubiesen saltado de alegría por esta gracia nueva e inapreciable, al sentir que el mismo Dios, su mismo creador, no sólo reinaba sobre ellas de un modo invisible, sino que incluso lo vieron en medio de ellas, santificándolas visiblemente con su uso. Estos bienes tan grandes provinieron a través del fruto bendito del vientre sagrado de la Virgen María".

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