miércoles, 8 de junio de 2011

El Magnificat y la historia de la salvación: lectio divina en los 20 años de mi ordenación sacerdotal

Un salmo de alabanza en el relato lucano de la infancia

Revisemos antes que nada la estructura y el desarrollo de los primeros dos capítulos de Lucas

PARTESFRAGMENTOS POÉTICOS

1,5-25Anuncio del nacimiento de Juan1,13-20Diálogo de Gabriel
1,26-38Anuncio del nacimiento de Jesús1,30-33Diálogo de Gabriel
1,39-56María en casa de Isabel1,46-55Magnificat
1,57-80Nacimiento de Juan1,68-79Benedictus
2,1-21Nacimiento de Jesús2,14Gloria
2,22-40Presentación de Jesús en templo2,29-32Nunc dimittis
2,41-52Jesús permanece en el templo

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Encontramos varios fragmentos poéticos y cuatro textos con carácter de un salmo: Magnificat, Benedictus, Gloria y Nunc dimittis.
Estos cánticos no tienen la finalidad de impulsar la narración hacia adelante. Mientras se leen, la acción permanece detenida.
También el contenido parece más distante que cercano al contexto. El Magnificat no guarda relación ni con el anuncio angélico ni con las palabras proféticas de Isabel. Los cuatros himnos enlazan con el contexto solamente en pocos y puntuales términos. No son tampoco una reduplicación lírica de los acontecimientos narrados como sería en una obra musical.
Muy poco sirven a la caracterización de los personajes, aunque el Magnificat es el Cántico de la “esclava” (1,48), nombre que María se había dado a sí misma en presencia del Angel (1,38). Te toda manera hay que reconocer que estos cánticos están puestos en la boca de la persona apropiada.
Lo que más importa de repente es que los sujetos de los 4 cánticos han sido presentados como visionarios teológicos de la historia de la salvación. Sus palabras inauguran nueva dimensiones de sentido que transcienden tanto los hechos inmediatamente narrados como las vivencia de los actores de la narración. Son personas “inspiradas” las que cantan estas palabras. Así las ha identificado el mismo evangelio. El Magnificat nace de la que está toda encinta del Espíritu. Isabel queda llena de Él (1,41) y habla en voz alta, es decir proféticamente (1,42). Al hacerlo, bendice a María, a la que el Espíritu Santo había cubierto antes con su sombra (1,35) y la llama la madre de su Señor (1,43). Así pues, aunque la introducción al cántico es extremadamente sencilla (“Y dijo María”), el Magnificat es en todo momento una palabra profética y llena de Espíritu.
El exegeta alemán Norbert Lohfink ha estudiado la concatenación y la vinculación de los cuatro cánticos a ejemplo de los salmos del salterio. Por razones de tiempo y por quedarnos en nuestro tema con respecto al Magnificat vamos a consider solo las relaciones que vinculan el cántico de la Virgen con el Benedictus y el cántico de Simeón.

MAGNIFICATBENEDICTUS
1,54 Israel

Su siervo
1,55 Como había anunciado

A nuestros padres
A Abrahán
1,68 Dios de Israel
A su pueblo
1,69 De David, su siervo
1,70 Como había prometido
De sus santos profetas
1,73 A Abrahán
Nuestro Padre
1,47 Mi salvador

1,50 Su misericordia
1,54 Acordándose de la misericordia
1,69 Fuerza (cuerno) de salvación
1,71 Salvación

1,72 Teniendo misericordia


El Magnificat es el primero de los eslabones de la cadena. María canta su propia historia en la historia de Israel, lo que se verifica en una serie de alusiones. Pero es sólo al final cuando se produce la declaración decisiva: “Acogió a Israel su siervo” (1,54). Esta declaración final es recuperada al inicio del Benedictus. Zacarías bendice al Señor, “Dios de Israel”, y a continuación matiza sus declaraciones hablando de la “redención” de su “pueblo” (1,68) obrada mediante la elevación de “un cuerno de salvación” en “la casa de David su siervo” (1,69).
En ambos pasajes se hace referencia a la promesa divina que “había sido prometida / anunciada” (1,55 y 1,70). En el Magnificat sus destinatarios eran “nuestros padres, Abrahán y su linaje” (1,55), en el Benedictus se hace referencias antes a los profetas y después a Abrahán.
Destaquemos también las palabras clave “salvador” y “misericordia” que en el Benedictus introducen a la cristología mesiánica (referencia que estrañamente falta en el Magnificat)


Dejando de lado las vinculaciones entre Benedictus, Gloria y Nunc dimittis, notamos que en el Cántico de Simeón los términos clave “siervos”, “salvación” y “tu pueblo Israel” cierran la cadena lírica haciéndonos volver al primer eslabón, como se puede notar en la siguiente tabla:

NUNC DIMITTISMAGNIFICAT
2,29 Tu siervo
2,30 Tu salvación
2,32 Israel
1,47 Mi salvador
1,48 Tu esclava
1,54 Israel


Conclusión de la primera parte: insertados en los hechos narrados, los cuatro himnos dan cuenta del sentido pleno, cósmico y divino de la acción. Todos ellos empiezan donde los anteriores terminan, a pesar de que estén en los labios de personas diferentes.
Cada uno de los cánticos es una interpretación del momento de la narración que pone al descubierto el sentido divino escondido en la marcha de los acontecimientos terrenales. O sea, el sentido revelados por los himnos amplía el horizonte de la misma narración hacia una dimensión universal.


Un himno en la jornada diaria cristiana

No hay duda posible. Lo que se está expresando en los cuatro cánticos no son sentimientos humanos, sino realidades divinas.Si los hombres y mujeres que los cantan son caracterizados, lo son únicamente como mediadores. En sentido riguroso, el único en verse caracterizado es el verdadero protagonista de toda la narración, es decir Dios. El es cantado en los himnos. De lo que se habla es de sus obras de salvación.
¿Cómo se caracteriza a Dios? En el Magnificat es bendecido en el lenguaje teológico de los pobres. Dios ha obrado en los pobres, Dios obró en su siervo Israel como se advierte claramente al final (1,54s). Las frases en que se alude a sus obras son un mosaico de alusiones al Antiguo Testamento que terminan por dibujar una partirura en la que María canta la intera historia de Dios con Israel. Dicha historia culmina con lo obrado en ella, su esclava. Al final del cántico María se ha convertido en representante de Israel, el cual habla por su boca.

Como hemos visto en el primer punto, su contenido y significado rebasa la situación puntual. Por ejemplo en el Magnificat no se habla de lo que María acaba de recibir del Angel aunque ya lo mencione Isabel.
En la praxis eclesiástica los cuatro himnos del relato lucano han sido introducidos en contextos completamente nuevos. En el breviario, al principio de la jornada litúrgica, o sea en las vísperas se canta el Magnificat. En la oración de la mañana, las laudes, el punto culminante está representado por el Benedictus. El Gloria de los ángeles, ampliado, se sitúa al comienzo de la Eucaristía. Completas, la oración de la noche, concluye con el Nunc dimittis. ¡Están repartidos con precisión a lo largo de la jornada en el mismo orden de las páginas evangélicas!
Cada día de la historia de la humanidad es distinto y cada persona lo recibe y vive de manera diferente. Pero en el caso de aquellos que rezan las horas los cuatro himnos se disponen en el seno mismo de los acontecimientos, tal y como lo hicieron dentro del relato de la infancia de Jesús. Detienen la acción y abren nuevo horizontes. Van encajando unos en otros hasta edificar una interpretación que, abarcando al mismo tiempo la totalidad de la historia de la salvación, se centra sobre todo en los acontecimientos de la jornada diaria concreta.
Nuestros días son por lo común tan sencillos y tan humanos como los del relato de la infancia de Jesús: familias esperando niños y niños llegando; alegrías y preocupaciones; separaciones y reconciliaciones; miradas al pasado y perspectivas de futuro. ¿Hay algo más sencillo, humano y normal? Pero la Iglesia intercala en nuestras jornadas aparentemente tan normales esos cuatros himnos que en el relato de Lucas abren nuestros ojos al horizonte de la historia divina de la salvación.
Una vez que lo hayamos comprendido así, veremos que nuestra vida cotidiana con sus rutinas y sus milagros puede ser insertada dentro de esa gran historia de salvación, que el Magnificat sintetiza mirando al pasado, y que los demás cánticos de Lc 1-2 completan maravillosamente.


Una oración universal en una noche de fraternidad inesperada

La noche del 24 de setiembre del 1975 aconteció un milagro espiritual en un lugar tan escondido como la casa de María a Nazaret: el monasterio de Notre Dame de l’Atlas, a Tibhirine, Algeria. Un cuarto de hora después de haber celebrado completas, frére Christian de Chergé vuelve solo a la capilla para gozar del silencio nocturno en la presencia del Santísimo.
Se sumerge en la oración hasta cuando escucha los pasos de un huésped que se acerca y se pone de rodilla. Este murmura Allah (Dios) Allah Akbar (Grande). Después de un silencio cargado de presencia, pide al monje de orar por él.
Christian empieza una oración espontánea con palabras ricas de reminiscencias bíblicas.
De allí en adelante las dos voces se alternan en sus idiomas: el árabe y el francés.
Ambos tratan de penetrar juntos en el amor que narra Dios, en la tormenta de la oración, en el camino estrecho del silencio más denso. Christian recuerda unas palabras de su inesperado hermano de oración: “No te pido riqueza; no te pido poder ni honores... te pido solo el amor que viene de ti, porqué nada es amable fuera de Ti. Quiero amarte en todo. El amor es la fuente, el ojo de la religión. El amor es gozoso consuelo de la fe”.
La alabanza desborda del lugar y de la hora. Juntos recorren los tiempos al revés para descubrir todas la etapas de la larga aventura de Dios en búsqueda de humanidad, empezando por Abrahán, el Amigo.
Dejan que la oración los interpele en el profundo de un silencio donde las palabras resuenan como un nuevo eco, nota después de nota crean una sinfonía.
Oración contra las tentaciones de Satanás”; después, juntos, la primera sura del Corán; el Magnificat, (que el islámico repite palabra por palabra); el Padre nuestro, también juntos.
Recuerda en su diario frére Christian: “¿Tengo que decir que hemos parado? Ya habían pasado las 11:00pm, estábamos allí codo a codo desde las 8:00pm … todo este tiempo, un instante, ¡para no creer! Alegría incontenible, cada uno a su manera”
Al día siguiente el huesped manifestó que había tenido gana de danzar y que dio cuatro veces la vuelta a las casas, cantando. Al despedirse, solamente le dirá: “Todo es simple cuando es Dios quien guía”


Un texto precioso para revisar mi camino religioso

Se me ha pedido un tema sobre el Magnificat: ojalá los primeros tres puntos tratados puedan servir en algo; por lo menos espero que nos ayuden a ubicar el Magnificat en el contexto del evangelio, de la liturgia de las horas y a valorarlo como una oración universal.
Personalmente me pareció muy interesante volver a estudiar y meditar estos temas, siempre es lindo y fructuoso permanecer en la palabra de Dios, que trabaja en quien predica al igual que en quien escucha.
Pero todo esto podría quedar como una clase más sin este último punto: ahora me toca a mí ubicarme frente a este texto del Magnificat, para entender de que manera resuena en mi deseo de seguir en el camino de la perfección.
Orando con estas palabras quisiera, como María, contemplar el diseño de Dios que se sirve de los pobres y humildes y que con mi pequeñez puede hacer maravillas, si se la entrego totalmente y sin miramientos.

Algunas preguntas pueden ayudar:

¿Siento profundamente que Dios tiene un proyecto sobre la historia y que este proyecto desde la creación del mundo hasta su recapitulación incluye mi pequeña existencia?

¿Estoy dispuesta a contemplar nuestras jornadas como parte de la historia de salvación y alabar a Dios por esa revelación?

“Todo es simple cuando es Dios quien guía”: ¿Tengo esta confianza? ¿En la oración encuentro esta certeza?

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