domingo, 29 de mayo de 2011

20 años después... ¡Sacerdote para siempre!

Carta a todas las familias

Estimados hermanos y hermanas,
en estos días hago memoria de mi ordenación sacerdotal que aconteció hace 20 años, exactamente el Sábado 8 de Junio de 1991. Recuerdo las emociones y los deseos espirituales de ese entonces y agradezco a Dios por llenarme de fortaleza y paz en esta vocación.
La mayor parte de mi vida sacerdotal se ha desarrollado en Huacho; por eso voy a compartirles como compañeros de camino tres reflexiones personales que provienen en esta ocasión, de un texto del papa Benedicto XVI.

NO se es sacerdote solo para un tiempo; SINO para siempre, con toda el alma, con todo el corazón.
El sacerdote no es un profesional que tenga horas de trabajo y horas de descanso. Se es sacerdote cuando se ora o preside los sacramentos, pero también cuando se trabaja por el bien de la comunidad, en un servicio pastoral o administrativo, cuando se atienden las personas o visitan los enfermos. Se es sacerdote en las horas de estudio, de reunión o de asesoría. Sacerdote todos los días y todo el día.

NO somos señores de la fe, SINO servidores de la alegría. (cf. 2Cor 1,24)
El estilo del sacerdote se manifiesta como servicio pastoral. Eso quiere decir conocer la porción de iglesia que se le encomienda, valorar y fomentar todo lo bueno que tenga, ayudarla a dirigir sus deseos y acciones hacia la caridad cristiana. Lo más bonito en la vida de un sacerdote es sentirse parte y guía de la comunidad; personalmente valoro mucho las ocasiones de sentir con los que pasan penas y gozar con los que están en la alegría.

NO es un criterio decisivo que dirán de nosotros los otros, SINO lo que dice Dios.
Todo lo que hace un sacerdote está sumergido en el misterio de Dios. A Dios se encomienda al empezar el día y al Él devuelve agradecido el tiempo pasado al terminar la jornada. No faltan piedras en el camino, malentendidos o críticas. Todos somos pecadores, pero solo el Señor es juez. Nos pone tranquilos no buscar la aprobación de las encuestadoras, sino anunciar la revelación de Dios en su totalidad.

miércoles, 25 de mayo de 2011

Breve historia pero rica de fe de la iglesia de Manzanares

domingo, 8 de mayo de 2011

Fiesta de la cruz de los negritos: de los 7 diáconos a los 6 priostes

La fiesta de la cruz de los negritos del barrio de Manchurria tiene 108 años de antigüedad, motivo por el cual es muy interesante para conocer unas particularidades de la manera en que el pueblo realiza las fiestas religiosas.
Antes de entrar en los detalles, me interesa recordar que anoche en la víspera, justo nos tocó la lectura de Hechos en que la primigenia comunidad cristiana de Jerusalem constituye 7 diáconos para el servicio de las mesas, así que los apóstoles puedan dedicarse a la oración y al servicio de la palabra.
De la misma manera las fiestas patronales prevén una serie de cargos en orden a la organización de la misma, que no recae en las funciones del párroco, el cual entra a presidir nada más los actos de culto y oración.
En el barrio de la Manchurria encontramos una organización particular que comprende además de la "comisión de fiesta", unas "encargadas de capilla" y, en este año 6 "PRIOSTES".
No habiendo escuchado anteriormente esta palabra pregunté y la gente me explicó que son los encargados de las comidas.
Ahistán los modernos "diáconos" que se hacen cargo de repartir los alimentos a todos los hermanos para que otros agentes pastorales puedan llevar con mayor libertad y tranquilidad los actos netamente religiosos de la fiesta

jueves, 5 de mayo de 2011

Extracto del capitulo VII de la Costitución "Sacrosanctum Concilium": el arte sagrado

EL ARTE Y LOS OBJETOS SAGRADOS

Dignidad del arte sagrado
122. Entre las actividades más nobles del ingenio humano se cuentan, con razón, las bellas artes, principalmente el arte religioso y su cumbre, que es el arte sacro.
Estas, por su naturaleza, están relacionadas con la infinita belleza de Dios, que intentan expresar de alguna manera por medio de obras humanas. Y tanto más pueden dedicarse a Dios y contribuir a su alabanza y a su gloria cuanto más lejos están de todo propósito que no sea colaborar lo más posible con sus obras para orientar santamente los hombres hacia Dios.
Por esta razón, la santa madre Iglesia fue siempre amiga de las bellas artes, buscó constantemente su noble servicio, principalmente para que las cosas destinadas al culto sagrado fueran en verdad dignas, decorosas y bellas, signos y símbolos de las realidades celestiales. Más aún: la Iglesia se consideró siempre, con razón, como árbitro de las mismas, discerniendo entre las obras de los artistas aquellas que estaban de acuerdo con la fe, la piedad y las leyes religiosas tradicionales y que eran consideradas aptas para el uso sagrado.
La Iglesia procuró con especial interés que los objetos sagrados sirvieran al esplendor del culto con dignidad y belleza, aceptando los cambios de materia, forma y ornato que el progreso de la técnica introdujo con el correr del tiempo.
En consecuencia, los Padres decidieron determinar, acerca de este punto, lo siguiente.

Libre ejercicio de estilo artístico
123. La Iglesia nunca consideró como propio ningún estilo artístico, sino que acomodándose al carácter y condiciones de los pueblos y a las necesidades de los diversos ritos, aceptó las formas de cada tiempo, creando en el curso de los siglos un tesoro artístico digno de ser conservado cuidadosamente. También el arte de nuestro tiempo, y el de todos los pueblos y regiones, ha de ejercerse libremente en la Iglesia, con tal que sirva a los edificios y ritos sagrados con el debido honor y reverencia; para que pueda juntar su voz a aquel admirable concierto que los grandes hombres entonaron a la fe católica en los siglos pasados.

Arte auténticamente sacro
124. Los ordinarios, al promover y favorecer un arte auténticamente sacro, busquen más una noble belleza que la mera suntuosidad. Esto se ha de aplicar también a las vestiduras y ornamentación sagrada.
Procuren cuidadosamente los Obispos que sean excluidas de los templos y demás lugares sagrados aquellas obras artísticas que repugnen a la fe, a las costumbres y a la piedad cristiana y ofendan el sentido auténticamente religioso, ya sea por la depravación de las formas, ya sea por la insuficiencia, la mediocridad o la falsedad del arte.
Al edificar los templos, procúrese con diligencia que sean aptos para la celebración de las acciones litúrgicas y para conseguir la participación activa de los fieles.

miércoles, 4 de mayo de 2011

Un viaje del alma: Jesús bajó hasta los perdidos para abrir acceso al cielo

Encontré muy interesante una de las respuestas que Benedicto XVI difundió por el medio televisivo el pasado Sábado Santo. Se habla del descenso de Cristo a los infiernos. Un descenso que es para abrirnos la subida a los cielos.

"Santidad: ¿Qué hizo Jesús en el tiempo que separó a la muerte de la resurrección? Y, ya que en el Credo se dice que Jesús después de la muerte descendió a los infiernos: ¿Podemos pensar que es algo que nos pasará también a nosotros, después de la muerte, antes de ascender al Cielo?

--Benedicto XVI: En primer lugar, este descenso del alma de Jesús no debe imaginarse como un viaje geográfico, local, de un continente a otro. Es un viaje del alma. Hay que tener en cuenta que el alma de Jesús siempre está en contacto con el Padre, pero al mismo tiempo, este alma humana abraza hasta los últimos confines del ser humano. En este sentido baja a las profundidades, hasta los perdidos, hasta todos aquellos que no han alcanzado la meta de sus vidas, y trasciende así los continentes del pasado. Este descenso del Señor a los infiernos significa, sobre todo, que Jesús alcanza también el pasado, que la eficacia de la redención no comienza en el año cero o en el año treinta, sino que llega al pasado, abarca el pasado, a todas las personas de todos los tiempos.
Dicen los Padres de la Iglesia, con una imagen muy hermosa, que Jesús toma de la mano a Adán y Eva, es decir a la humanidad, y la encamina hacia adelante, hacia las alturas. Y así crea el acceso a Dios, porque el hombre, por sí mismo, no puede elevarse a la altura de Dios. Jesús mismo, siendo hombre, tomando de la mano al hombre, abre el acceso. ¿Qué acceso? La realidad que llamamos cielo.
Así, este descenso a los infiernos, es decir, a las profundidades del ser humano, a las profundidades del pasado de la humanidad, es una parte esencial de la misión de Jesús, de su misión de Redentor y no se aplica a nosotros. Nuestra vida es diferente, el Señor ya nos ha redimido y nos presentamos al Juez, después de nuestra muerte, bajo la mirada de Jesús, y esta mirada en parte será purificadora: creo que todos nosotros, en mayor o menor medida, necesitaremos ser purificados. La mirada de Jesús nos purifica y además nos hace capaces de vivir con Dios, de vivir con los santos, sobre todo de vivir en comunión con nuestros seres queridos que nos han precedido.


Me hizo recordar varias reflexiones sobre el significado de la plaza circular hundida en las edificaciones precerámicas de la costa peruana y el simbolismo de los tres niveles del ser en las culturas prehispánicas.