En la víspera de la Pascua, habiendo Jesús amado a los suyos, los amó hasta el extremo.
Jesús les dio la prueba más grande de su amor.
El lavado de los pies es un gesto simbólico.
La verdadera prueba del amor más grande es la entrega de Jesús, su aceptación completa de la voluntad del padre y el don de su cuerpo y de su sangre.
Cada vez que celebramos la Eucarístia podemos gozar intimamente de la prueba de amor más grande que se pueda recibir.
Ver la homilía del jueves santo completa
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