En la liturgia del día domingo escuchamos la parábola de la oveja perdida en la cual se menciona que
«Si alguno de ustedes pierde una oveja de las cien que tiene, ¿no deja las otras noventa y nueve en el desierto y se va en busca de la que se le perdió, hasta que la encuentra?» (Lucas 15)
Todo el capítulo 15 de Lucas es el manifiesto del amor misericordioso de un Dios pastor, mujer y padre. Pero a la vez es una página que nos enseña el valor inmenso de cada persona humana para el Señor.
Un joven escribió en el muro de la metropolitana: "Por el mundo no eres nada, pero por mi eres todo el mundo" Así es Dios para con nosotros: una oveja, una moneda, un hijo tienen un valor absoluto, incomparable.
Y ese valor no depende de uno mismo, de sus título y logros, como nos recuerda san Pablo:
1Cor 1,26 Fíjense, hermanos, en ustedes, los elegidos de Dios: ¿cuántos de ustedes tienen el saber humano o son de familias nobles e influyentes? 27 Dios ha elegido lo que el mundo considera necio para avergonzar a los sabios, y ha tomado lo que es débil en este mundo para confundir lo que es fuerte. 28 Dios ha elegido lo que es común y despreciado en este mundo, lo que es nada, para reducir a la nada lo que es.
Encontramos así en el amor de Dios la respuesta más eficaz a todos los problemas de autoestima: si piensas de no valer nada, acuérdate que por Él ¡eres como cien, como mil, como todo el mundo!
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